16 de diciembre de 2009

Asesores con Mayúscula

Hoy que vuelve a ponerse en agenda el tema de los Asesores Parlamentarios, sobre todo los de plenario, vale la pena reflexionar sobre el rol que desempeñamos los profesionales que cumplimos esta función.

Algunos somos políticos, pero dentro del recinto del Plenario Legislativo, somos los técnicos, y lo que hacemos es asesorar sobre temas puntuales, que los diputados desconocen, o que no tienen porque conocer en profundidad, incluidos temas sobre la redacción apropiada de las leyes, de las mociones y sobre el contenido detallado del reglamento; colaboramos con los diputados en desarrollar estrategias y preparar medidas para fortalecer la participación de nuestra fracción Legislativa y de nuestro Partido Político.
Buscamos información oportuna, la verificamos y procuramos con ella ser objetivos; sabiendo que siempre pasa por el juicio y valoración del Diputado la decisión final.

La asesoría parlamentaria en Plenario busca proporcionar los elementos de juicio al Diputado para facilitar la obtención de acuerdos y para una acertada solución de los asuntos colocados dentro del Plenario.

Por ser acciones de asesoría, sabemos que nuestras acciones no son vinculantes para el Diputado, sabemos que nuestras acciones, aunque realizadas por un “animal político”, son de carácter técnicas y constituyen un elemento más para el Diputado, el otro “animal político” si se quiere.

Los Asesores no negociamos nada, ni tomamos acuerdos y si nos toca hablar con otro Diputado es por mandato expreso de nuestros asesorados o para lograr los objetivo que se nos encomiendan.

No existe un solo curso ni una sola carrera universitaria que de el titulo de Asesor Parlamentario y menos de Asesor de Plenario, como se estila aquí en Costa Rica.

El Asesor en el Plenario deja afuera del recinto su iniciativa y actúa dentro de un marco que le fijan los Diputado. Los asesores sabemos que el éxito de proyecto depende de la voluntad política. Sabemos que son los Diputado los que toman la decisión de su aprobación e implementación.

Un Asesor que no comprenda que su tarea debe estar al servicio del cumplimiento efectivo de las funciones legislativas enmarcadas por su grupo y partido para el control y en cierta forma de guía de los Diputados y, que su función es proveer elementos útiles para la toma de decisiones políticas y, un asesor que no respete la figura de los Diputados no desempeña bien su tarea.

Así, en Costa Rica el Asesor de plenario, siembra el campo, pero será el Diputado, y más específicamente el coordinador de cada fracción quien decide si cosecha o no la siembra en Plenario.

Si alguien, o mejor dicho, algún Diputado ve problemas a la labor de los asesores, dentro de esta lógica, deberá pues ponderar el asunto con su fracción y “re-delimitar” el marco de acción de su asesor.O bien prescindir de este y “jugársela solo”.

Ricardo A. Salas Bonilla
Asesor del Diputado Mario Quirós Lara
Fracción Movimiento Libertario
Asamblea Legislativa de la República de Costa Rica

26 de noviembre de 2009

Hoy es Thanks given day…

El día de acción de gracias, es una festividad original de EEUU y celebrada mayoritariamente en EEUU y Canadá; tiene su origen en los hechos históricos de los peregrinos que viajaban a bordo del Mayflower. Este grupo de peregrinos salieron de Inglaterra rumbo a Virginia en EEUU, pero en su trayecto fueron golpeados por un mal clima y por un viento y llegaron a Plymouth Rock el día 11 de noviembre del año 1620. En ese mismo día los peregrinos firmaron el “Mayflower Compact” en el que empiezan diciendo, “EN EL NOMBRE DE DIOS, AMÉN. Nosotros, cuyos nombres están aquí escritos… habiendo decidido por la gloria de Dios, por el avance de la fe Cristiana, y por el honor de nuestro Rey y País, viajar para empezar la primera colonia en las partes del norte de Virginia… hacemos un pacto juntándonos en un cuerpo político civil… para el bien general de la Colonia; a la que prometemos toda sumisión y obediencia debida” (Mayflower Compact 1620). Este documento fue designado a ser la piedra angular para la Constitución Americana.En la primavera del siguiente año un nativo llamado Squanto les enseño a los peregrinos cómo sobrevivir en la nueva tierra y cómo plantar maíz. En ese verano hubo una sequía severa y “cuando miraron que la segada del maíz de ese año no sobreviviría la sequía severa, los peregrinos se congregaron para un día de ayuno y oración. Para el fin del día, estaba lloviendo. La lluvia salvo el maíz… Esa milagrosa segada de maíz proveyó la base de los peregrinos del primer Día de dar Gracias…

George Washington, fue quien proclamo la instauración del día de acción de Gracias como festividad nacional en los EEUU y en su momento dijo: “Puesto que es el deber de todas las naciones de reconocer la providencia del Dios Todopoderoso, de obedecer Su voluntad, de ser agradecidos por Sus beneficios, y humildemente implorar Su amparo y favor… por lo tanto ahora recomiendo y asigno el jueves, el siguiente Vigésimo Sexto día de Noviembre, que sea dedicado por el pueblo de estos Estados al servicio del gran y glorioso Ser quien es el autor beneficiador de todo lo bueno que era, que es, o que será; que por tanto nosotros todos nos unamos en rendirle a Él nuestro sincero y humilde agradecimiento por Su bondadoso cuidado y protección del pueblo de este país...el tercer día de Octubre, en el año de nuestro Señor, mil setecientos ochenta y nueve”. En octubre 20 del año 1864 Linconl proclamó: “… Por tanto, ahora yo, Abraham Lincoln, Presidente de los Estados Unidos, designo y aparto el último jueves del Noviembre siguiente como un día en el que yo deseo que se observe por todos mis conciudadanos, en dondequiera que entonces estén, como un día de dar gracias y alabanza a Dios Todopoderoso, el Creador beneficiador y Gobernante del Universo…”.

Pero, ¿de qué voy a dar gracias? ¿cómo voy a dar gracias si la situación mundial esta tan mal?
Antes de preguntarnos, “¿De qué?” preguntémonos: “¿A quién?” voy a dar gracias.

Hace algunos días mi amigo Miguel Ángel Rodríguez publico en su Facebook una nota sobre Job. Y ello me llevo a recordar que Job era el hombre más rico del oriente, pero cuando Dios dejó que él perdiera todos sus bienes y que murieran todos sus hijos e hijas, Job rasgó su manto, se postró en tierra y dijo: “Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito” (Job 1:21).
Job dio gracias a Dios a pesar de las dificultades que estaba pasando en su vida. Así también nosotros debemos darle gracias a Dios a pesar de las dificultades, ya sean económicas, sociales, políticas, etc. sabiendo que como una nación bajo Dios podemos sobrepasarla.

Pero atención, Dios no dice que demos gracias por todo, no vaya a ser que alguien piense ahora que estoy recomendando dar gracias por Chávez o por Fidel....Dios nos dice, “Den gracias a Dios en toda situación, porque esta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús” (1 Tesalonicenses 5:18). Van a haber momentos difíciles y dolorosos en nuestras vidas pero aun en esos momentos podemos dar gracias a Dios por la vida que nos da y por las bendiciones que nos ha dado. Podemos dar gracias a Dios de que Él nos ama y desea lo mejor para nosotros.
En este Día de dar Gracias en lugar de ambicionar lo que no tenemos hay que dar gracias a Dios por todas las bendiciones que Él sí nos ha otorgado.

“La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén” (Ap. 7:12).

25 de noviembre de 2009

De como se cazan los puercos salvajes

Ésto me llegó por e-mail hoy, parece que ya ha estado, desde hace un par de años dando vueltas por el ciberespacio, pero mantiene, a mi juicio, vigencia y resulta bueno para iniciar una discusión:

"El socialismo del siglo XXI es la filosofía del fracaso, el credo a la ignorancia y la prédica a la envidia. Su única virtud es la distribución igualitaria de la miseria"

Había un profesor en una gran escuela, con alumnos de intercambio oroginarios de un país socialista, en su clase. Un día, un alumno miró al profesor y le hizo una pregunta: "¿Usted sabe cómo se capturan puercos salvajes?"

El profesor creyó que era un chiste y esperaba una respuesta divertida. "Usted captura puercos salvajes encontrando un sitio adecuado en la floresta y tirando un poco de maíz en el piso. Los puercos vienen diariamente a comer el maíz de gratis.

Cuando se acostumbran a venir diariamente, usted construye una cerca de un costado del sitio en donde ellos se acostumbraron a venir. Cuando se acostumbran a la cerca, ellos regresan a comer el maíz y usted construye otro lado de la cerca. Ellos vuelven a acostumbrarse y regresan a comer. Usted va poco a poco hasta instalar los cuatro costados del cercado alrededor de los puercos, al final instala una puerta en el último lado.Los puercos ya estarán acostumbrados al maíz fácil y a las cercas, comienzan a venir solos por la entrada. Es ahí cuando usted cierra el portón y captura a todo el grupo".

"Así de simple, en un segundo, los puercos pierden su libertad. Ellos empiezan a correr en círculos dentro de la cerca, pero ya están sometidos. Luego, empiezan a comer el maíz fácil y gratis. Se quedan tan acostumbrados a eso que se olvidan como cazar por si mismos, y por eso aceptan la esclavitud."

"El joven comento con el profesor que era exactamente eso que el veía suceder en Venezuela, su país de origen. El gobierno los estaba empujando hacia el comunismo y el socialismo tirando maíz gratis disfrazado de programas de ayuda de dinero, misiones, planes, etc., impuestos diversos, leyes de 'protección', subsidio para cualquier cosa, expropiaciones indebidas, programas de 'bienestar social', médicos cubanos y medicinas 'gratis', siempre y siempre nuevas leyes inconsecuentes, etc., todo a costilla del sacrificio de la libertad, migaja a migaja."

Debemos siempre recordarnos que "No existe comida gratis".

24 de noviembre de 2009

La esperanza socialcristiana, es el Movimiento Libertario.

Desde que lo conocí hace unos 15 o 16 años, casi de inmediato, he valorado la figura de Don Rodolfo Méndez Mata como la de un Señor; así con mayúscula, como dicen los mayores: de los que casi no quedan ya. Excelente profesional, integro político y un hombre de palabra, un buen ejemplo para seguir, una vida de éxito. Si en las primarias del Partido Unidad Socialcristiana con miras a las elecciones nacionales del 2002, hubiera sido él el elegido, en lugar de Abel Pacheco, otra historia en el desarrollo nacional se estaría viviendo y muchos de los grupos que ahora se instalaron y usurparon, para su beneficio personal, en el poder, no hubieran podido hundir sus tentáculos y concentrar tanto poder como lo han hecho los hermanos Arias y su tropa de cortesanos. -Mea culpa- ya que fui uno de los que nos equivocamos dentro del PUSC y apoyamos al loco Pacheco, lo admito y nuevamente pido públicamente perdón. En parte este desfase en el desarrollo nacional y la oportunidad para que la mas baja calaña de la clase política se instalara en Zapote es, en la proporción que me corresponda ,culpa mía he admitir.

Quien escribe militó activamente en el PUSC desde 1993 hasta que el PUSC se derrumbo.

Quien escribe no cree que ese derrumbe haya sido responsabilidad exclusiva de las acusaciones de corrupción y los circos políticos que en contra de dos de los Ex Presidentes del PUSC se armaron, pero si de las actitudes de Lorena Vázquez, de Ricardo Toledo de Luis Fishman y demás cúpula partidaria que en medio de esos hechos aprovecharon para hacer politiquería y despedazaron la organización de un Partido de verdad, que ya había logrado en el ejercicio del Poder de 1990-1994 y de 1998 a 2002, avances y logros fundamentales para Costa Rica.

Pero, hasta aquí, este escrito ha sido elucubrar por lo que hubiera sido y evidentemente no fue, un “llorar por la leche derramada” y no es el propósito de estas breves líneas; lo que me propongo es desafiarle a Don Rodolfo, al insigne caballero que reconozco es , como espero haya quedado claro, su nota “La Esperanza Socialcristiana”, publicada el 19 de noviembre de 2009 en el periódico La Nación.

Hace don Rodolfo, un buen análisis, con conocimiento de causa, del devenir del caudal electoral del PUSC en las ultimas dos contiendas, y resume el éxodo de votos socialcristianos hacia otros partidos de manera correcta, hasta que indica que los socialcristianos que emigramos hacia el Partido Movimiento Libertario, lo hicimos:
“... atraídos por la fácil oportunidad de participación que ese movimiento les ofrecía, pero jamás por creer en su nefasta ideología de extrema derecha....”

¿Nefasta ideología de extrema derecha? Ahí es donde arranca mi deseo de discusión con don Rodolfo.

El término extrema derecha, es un cliché es una de esas etiquetas que se usan sin saber exactamente que es para descalificar, ya hace años en el mismo sentido usaban la etiqueta de “neoliberal” para atacar precisamente a los del PUSC se emplea en política, además de forma peyorativa, como lo son per se la mayoría de los extremos, para describir a personas o grupos que apoyan y defienden ideas conservadoras, monárquicas o nacionalistas, de manera sediciosa e incluso violenta o que son partidarios del uso de estos medios.

Como en Costa Rica, el tema monárquico no es tema y los nacionalismos no se expresan en la forma ideológica que trata la teoría política, debemos hablar entonces, para entender la clasificación a la que somete don Rodolfo Méndez Mata la ideología del Movimiento Libertario, de las posturas conservadoras o bien del conservadurismo o conservatismo.

Estas son, según la teoría mayoritariamente aceptada, aquellas opiniones y posicionamientos políticos que favorecen las tradiciones y que son adversos a los cambios bruscos o radicales; y en lo económico, los conservadores históricamente se posicionaron como proteccionistas. Actualmente la posición económica de los conservadores es menos clara, ya que durante siglo XX algunos de los partidos conservadores más connotados del ámbito mundial adoptaron posiciones liberales al fusionarse con partidos de esta tendencia, aliados en la defensa del sistema socio-económico capitalista. Consecuentemente, en la actualidad en el conservadurismo político coexisten diversas posturas sobre lo económico.
En el conservadurismo latinoamericano, las principales vertientes de este han estado ligadas al catolicismo.

Por ejemplo, en la época colonial, la lucha por la primacía de la iglesia católica se da contra las ideas liberales de remover esa institución del papel central que había venido teniendo como fuente única de regulación y legitimación social. Durante el periodo posterior a esas beligerancias entre conservadores y liberales, la iglesia católica fue percibida por el sector conservador como fuente de estabilidad social.

Resumiendo; tenemos hasta ahora y de manera sucinta que: la extrema derecha es conservadora y los conservadores están ligados a la Iglesia Católica.

¡No me suena mucho a Movimiento Libertario!.

Indica don Rodolfo que: “Su corazón (el de los votantes socialcristianos) sigue albergando los principios socialcristianos y continúan esperanzados en que surja algo o alguien que asuma la tarea de volver a unirlos y de reconstruir un nuevo hogar socialcristiano con cimientos ideológicos, programáticos y morales más firmes”.

Por “social cristianismo”, en estricta teoría, se pueden entender dos ideologías influidas por las encíclicas sociales de la Iglesia Católica, que forman parte de la Doctrina Social de la Iglesia, surgidas a finales del siglo XIX y comienzos del XX, la Democracia Cristiana y el Socialismo Cristiano, la primera de orientación de derecha y el socialismo cristiano de izquierdas.

La Democracia cristiana, a la que perteneció el desaparecido PUSC, “viejo hogar” ideológico de los socialcristianos a los que se refiere don Rodolfo, es una ideología política que busca aplicar los principios del cristianismo (en particular del catolicismo) a las políticas públicas. ¿Conservadora? y claramente de derecha.

En la práctica política, la democracia cristiana ha aceptado el liberalismo.

El liberalismo es un sistema filosófico, económico y político, que promueve las libertades civiles y el máximo límite al poder coactivo de los gobiernos sobre las personas; se opone a cualquier forma de despotismo, suscitando a los principios republicanos, siendo la corriente en la que se fundamentan la democracia representativa y la división de poderes.

El Liberalismo clásico o primer liberalismo es un concepto usado para englobar las ideas políticas formuladas durante los siglos XVII y XVIII, contrarias al poder absoluto del Estado y su intervención en asuntos civiles, la autoridad excluyente de las iglesias, y cualquier privilegio político y social, con el objetivo de que el individuo pueda desarrollar sus capacidades individuales y su libertad en el ámbito político y religioso.
Aquí es que llegamos a la “nefasta” ideología del Movimiento Libertario: es una filosofía política anti autoritaria, anti estatista, que partiendo de las mismas bases del liberalismo, afirma la vigencia suprema de la libertad individual; del libre albedrío, del derecho natural del individuo sobre sí mismo, cuyo límite no es otro más que el derecho ajeno. De hecho la Iglesia Católica incluye y acepta la idea del libre albedrío, San Agustín de Hipona y Santo Tomás de Aquino escribieron extensamente sobre el libre albedrío y de sus escritos se pueden extraer principios libertarios.
El Movimiento Libertario busca mayores libertades civiles y mayores libertades económicas, así como mayor eficiencia en el aparato estatal, desburocratizándolo.
[]En la libertades personales, el Movimiento Libertario apoya la maximización de los derechos individuales, haciendo respetar las garantías constitucionales al respecto y despenalizando, progresivamente, los delitos "contra la ley" (aquellos donde el Estado condena los acuerdos lícitos entre personas adultas) para que en cambio el Estado se ocupe de combatir con firmeza los delitos contra las personas y sus bienes.
En el ámbito económico, el Movimiento Libertario apoya la reducción de la injerencia del Estado en asuntos ajenos a su competencia natural, como telecomunicaciones y seguros, además de defender el libre comercio.
Por otra parte, acepta el Movimiento Libertario la participación del Estado en educación, salud, infraestructura y otras áreas, aunque reprocha el abuso de poder y el tamaño desmesurado del aparato estatal. Postura totalmente liberal, y si se quiere casi nada libertaria. Precisamente, un importante grupo de pensadores liberales se gestó dentro del PUSC. Figuras como Otto Guevara Guth que fue secretario de formación del PUSC y que en 1996 fundo el Movimiento Libertario junto con otros socialcristianos, el ministro Thelmo Vargas, el ex presidente Miguel Ángel Rodríguez considerado uno de los presidentes más liberales de Costa Rica.
Así, y contrario a lo que expresa don Rodolfo un socialcristiano, formado en las filas de la Unidad y con un conocimiento mínimo de teoría política y su ideología, mas allá de saberse “calderonista” o “mariachi”, no solo cree y comparte en la ideología del Movimiento Libertario, sino que esta llamado a apoyarla, sobre todo en las condiciones actuales en las que la hay “un derrumbe total de la casa socialcristiana que dejó expuesto solamente sus cimientos, desde el punto de vista político”, “y, ante la inminencia de las elecciones del próximo febrero, todo parece indicar que siguen vigentes las razones que tuvieron quienes tomaron su decisión de abandonar su tradición partidaria en el proceso anterior.”

Ese algo, ese alguien, esa esperanza que don Rodolfo aguarda y que según él esperan algunos socialcristianos, los que no se ha integrado aún al Movimiento Libertario, se puede encontrar ya en el Movimiento Libertario, esta personalizada, hoy por hoy, en Otto Guevara y en Mario Quirós así como en Lorena San Román, igual que en la mayoría de los cuadros que pretende elegir en la Asamblea Legislativa y municipalidades del país.

Por ello para los socialcristianos votar Movimiento Libertario es hacer el cambio ya, pero un cambio solo de bandera, no de ideología, no de principios, ni es bajo circunstancia alguna un abandono de la esperanza por una Costa Rica mejor.

1 de abril de 2009

Que debería contener el programa del próximo Gobierno

En 2010, Costa Rica elegirá nuevo Gobierno, y pronto nos empezaran a llegar las propuestas programáticas de diversos grupos y candidatos, he aquí lo que creo es lo mínimo que nos deberían ofrecer:

En el área de ECONOMÍA

· Abrir la economía, descartando los aranceles y protecciones a productores en lo agrícola, en lo industrial, en lo financiero. Eliminar las aduanas y establecer una política de fronteras abiertas a capitales y personas, incluyendo a los profesionales.

· Dolarizar la economía.

· Dejar el impuesto de ventas en un 10% y mantener un único impuesto a los ingresos, del 13% por ciento; eliminar el resto de tributos. Sólo con esto, el ingreso real aumentará en , por lo menos, un 10%, sin afectar el presupuesto y se reducirá la evasión.

En relación al EMPLEO

· Buscar el pleno empleo, que se proponga, en adelante, que los contratos laborales serán voluntarios para las partes. Además, que haya libre emprendimiento, sin trámites municipales, estatales, tributarios o laborales, la papelería y tramitología inútil que se elimine.

En EDUCACIÓN

· Para lograr educación de calidad, debe haber libertad de educación, sin programas, textos, acreditaciones ni pruebas oficiales emitidas por un Ministerio centralizado. En adelante las Juntas de Educación se deben transformar en “un directorio” de cada centro educativo, dependiendo directamente de los Gobiernos Municipales. Los colegios y escuelas competirán tanto por la oferta de maestros como por la oferta de estudiantes. Las universidades estatales se convertirán en entes autónomos, las becas y ayudas para la demanda de estudiantes universitarios, se redirigirá hacia los estudiantes pobres de los niveles básico y medio de la educación.

AMBIENTE

· La hacienda de todos los costarricenses que nos la devuelvan, para que la aprovechemos: tierras, aguas, islas, bosques, termas, orillas de lagos, de ríos de playas, reservas mineras, desembocaduras y empresas estatales, tales como ferrocarriles y bancos del Estado deben pasar a ser propiedad de las personas.

En lo ambiental las reglas simples de protección deben reemplazar al "prohibicionismo".

El Estado debe hacer bien lo que ha venido haciendo mal; y su cometido es: velar por los derechos ciudadanos, por el cumplimiento de los contratos, por la seguridad, la justicia de verdad y por encima de todo: por la libertad del individuo.

Para lograr el progreso y alejar la pobreza, dejar a los ciudadanos en libertad, sin tutelas ni ataduras.

23 de marzo de 2009

Mi visión sobre los retos que tenemos como país

El proceso de globalización económica, de progreso científico tecnológico, la creciente internacionalización de la vida social, la amenaza al ambiente, la escasez crónica, la desigual distribución de la riqueza, la inseguridad ciudadana, la exclusión de amplios grupos del progreso económico son los retos que enfrenta la Nación costarricense.

La escasa participación de la sociedad civil en los partidos políticos, lo mismo que la debilidad, ineficiencia y la descomposición del aparato estatal, se vuelven en una paulatina apatía de los habitantes del país por los asuntos públicos y en un peligroso sentimiento de frustración hacia los fines y medio de la democracia.

La colectividad política debe ser garante de la libertad y la dignidad de todos. Debe ser la fuente del desarrollo personal buscando el establecimiento de iguales oportunidades para todos.

La igualdad de derechos y deberes, en el marco del respeto a la diversidad humana, debe ser el fundamento para el desarrollo de las capacidades, los intereses y la creatividad individuales; y de ahí, el desarrollo nacional.

Creo que la libertad trae consigo la obligación de poner los talentos personales al servicio de la colectividad, así como de buscar permanentemente la aplicación de los valores de justicia, igualdad y solidaridad, en las relaciones con los demás.

El desarrollo al que aspiramos como nación, solo podrá ser alcanzado en un régimen democrático, caracterizado por un posibilidad de acceso igual para todos, con niveles de gestión, organización, participación y calidad de vida que configuren el Bien Común.

El objetivo final de la economía es la satisfacción de las necesidades de las personas y su calidad de vida. La producción de bienes constituye un medio para la satisfacción óptima de las necesidades y niveles crecientes de calidad de vida;no es un fin en sí misma.

Para conjurar el aumento en el costo de la vida, que empobrece a la población y disminuye su calidad de vida, ha de promoverse el crecimiento y la eficiencia de las empresas, especialmente de las medianas y pequeñas, y con ello, generar empleo y aumentar los salarios reales. En esa misma línea, el mercado es la forma de organización de la economía que corresponde a la democracia en libertad y al Estado Social de Derecho. Libre mercado y un Estado con un rol social; un "Estado subsidiario", sin llegar a degenerar en Estado de Bienestar es lo que se debe buscar.

El mercado es un mecanismo de carácter meramente económico, donde se enfrentan las fuerzas de la oferta y la demanda. Por medio de esa coordinación, para la que se utilizan los precios, lo que se pretende conseguir es eficiencia económica y equidad en los procesos de interacción entre los diferentes sectores de la economía de cualquier nación.

Los mercados, libres de interferencias estatales y de monopolios, han probado dirigir de la mejor manera la oferta y la demanda, porque permiten que la producción se guíe por los deseos de las personas.

Los ciudadanos, y suplementariamente el Estado, debemos asegurarnos de que, en el proceso de obtención de la justicia económica, se logre también la justicia social.

Asimismo, se deben tomar las medidas necesarias para que el crecimiento económico que se alcance, llegue a todos los sectores equitativamente.

Objeto la suposición de que por la sola inercia o el “fluir” del sistema económico, todos los ciudadanos van a participar y beneficiarse, automática, efectiva y equitativamente del crecimiento económico. Por eso sigo creyendo en La Economía Social de Mercado ,que parte de la premisa de que la libre interacción de los agentes económicos, en un marco de competencia y racionalidad, lleva a establecer condiciones mutuamente beneficiosas para las partes.

La “doctrina” de la Economía Social de Mercado sostiene que el sistema económico más eficiente y que genera mayores niveles de riqueza es la economía de libre mercado, pero para que esta funcione bien, necesita mantener un alto nivel de competitividad, de tal manera que toda la sociedad resulte beneficiada del libre comercio; para cumplir con ese objetivo, el Estado debe tener una activa política contra los monopolios y oligopolios, ya que esas deficiencias del mercado atentan contra la economía libre, y por ende contra el bienestar y la estabilidad social.

5 de marzo de 2009

Sobre la importancia de la ideología

De forma general, ideología (del griego “idea”, y “–logía”) significa el estudio de las ideas, es decir, su origen, desarrollo y aplicación. Como definición amplia, podemos entender la ideología como el conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de un individuo, una sociedad, una época, un movimiento cultural, religioso o político.

Uno de los errores mas frecuentes, en la actualidad, en las sociedades occidentales es, a mi juicio, la negación de la ideología, es decir la inactividad para efectuar un debate entre ideas.

Los totalitarismos de la historia se han caracterizado por la negación a la sana batalla de las ideas. De igual modo, todas las tiranías de la historia y todos los grandes criminales y dictadores, temieron el debate ideológico y lo cercenaron a fin de forzar su propio dictado a fuerza.

El sostenimiento de la Libertad necesita forzosamente del debate ideológico.

En la vida pública, los representantes políticos que en democracia niegan la importancia de la ideología traicionan no sólo a los ciudadanos que los votan, sino a la raíz y al concepto mismo de la función política. Aún así la palabra “ideología” referida al ámbito particular de la política ha venido adquiriendo incomprensiblemente implicaciones negativas.

Tanto es así que aunque en lengua española un “ideólogo” hace referencia a la persona que profesa una ideología concreta o a un estudioso de ella, también “ideólogo” tiene en español la acepción de “persona que, entregada a una ideología, desatiende la realidad”, o bien “persona ilusa, soñadora, utópica”, acepciones todas recogidas en el Diccionario de la RAE.

En la confusión y mezcla ideológica que reina en buena parte de la gente hace falta organizar un debate en el terreno de las propuestas y proyectos, es decir, que falta plantear con nitidez en qué consiste la ideología que cada individuo o cada grupo político.

La historia vivida desde el inicio del siglo XX ratifica una polarización de las ideas y de los modos de entender el mundo. Frente al permanente intento de desacreditar la ideología, sea cual sea su posición es cada vez más clara necesidad de acudir a la ideología como termómetro real de las propuestas políticas. Una ideología, que coteje la importancia de poder defender pacíficamente las ideas.

Hablando claro, sin rodeos y sin medias tintas con ideología, el ciudadano logra entender cuáles son las propuestas de unos y de otros y así decidir cuál es la que más le interesa.

En mi caso particular, con mi posición ideológica clara y definida, el ideario liberal-conservador ha ganado la batalla de las ideas. Pero ese no es el tema que nos ocupa.
Esta des-acreditación de la ideología, sea cual sea es, a mi juicio, el combustible que enciende la llama de la apatía existente respecto a la política y a los partidos políticos.
Ante esta apatía por la política y por los partidos, la respuesta que emana de las cúpulas partidarias, es predicar la necesidad de los partidos políticos para los procesos democráticos; en lugar de plasmar y establecer una ideología clara. Esto, mientras el descontento ciudadano con el accionar político sin ideología crece, y se canaliza mediante el repudio a los partidos políticos.
Esta situación, repetida hasta la saturación cada vez que se cita “la crisis de los partidos políticos”, tiene dos causas fundamentales:
1. Los partidos políticos de hoy en día no tienen claridad respecto de lo que piensan. Los partidos políticos guían su accionar no por criterios ideológicos aplicados, sino sólo por criterios electoralistas de corto plazo, obedientes a la agenda puesta, en muchos casos por los medios de comunicación. No existe una conciencia de defender un plan, ni de trabajar en proyectos que no tengan que ver con campañas políticas, mucho menos de trabajar por la gente sin esperar recompensa.
2. Los partidos no tienen claridad alguna del rol que les corresponde dentro de una sociedad democrática. Básicamente, los partidos políticos no entienden que su rol primordial, si son demócratas, no es acaparar el poder sumando la máxima cantidad posible de gente, sino operar cambios en la sociedad mediante el uso del poder que permitan la ejecución del programa que emana de su ideología.

Cuando una persona, con sueños e intereses, es colocada, por “x” o “y” circunstancia en una reunión política partidista, recibe, en vez de un discurso coherente de sueños e intereses con los cuales identificarse e involucrarse; un discurso de cómo se debe sumar más gente, de cómo se deben ganar elecciones, y de la importancia de ello para lograr un cambio, cambio del cual nunca se sabe a ciencia cierta su naturaleza.
Eso desilusiona a la persona, y la esta haciendo virar a movimientos sociales, los cuales, a diferencia de los partidos políticos, no tienen por que tener una base sustantiva de ideología, estando sólo constituidos sobre la base de la solución de un problema concreto compartido entre sus integrantes.

Esto trae, a su vez, dos corolarios:
1. El viraje de los partidos políticos desde la proposición de cambios basados en su ideología al proponer soluciones a problemas concretos que el partido cree, afectarán a la gente, buscando representarla.
2. La asunción, por parte de los movimientos sociales, de posturas cada vez más ideologizadas, en aras de conquistar espacios de poder reservados a los partidos políticos.
Esto trae la degradación de la política y su sustitución por el populismo, están comprobados los efectos negativos que trae esto sobre la gobernabilidad a corto plazo y la institucionalidad al largo.

Sobre este tema, ya en 1994, Norberto Bobbio, el destacado autor y politólogo italiano razonaba sobre si ¿Existen aún la izquierda y la derecha? Entendiendo estas como la ideología que representan.

Bobbio indica que lo que le impulsó a escribir su libro, que por cierto lleva por titulo esa misma pregunta: ¿Existen aún la izquierda y la derecha?; fue la constatación de que en el curso de los últimos años venga diciéndose repetidamente que la distinción entre derecha e izquierda carece ya de todo sentido y que no pasa de ser hoy sólo una de las “muchas trampas lingüísticas en las que cae el debate político”.

A la hora de pasar revista a las causas que podrían explicar la creencia de que llegó a su fin, una manera de hablar en política que nació hace 200 años en la Revolución Francesa y que desde entonces sirvió para dividir el universo político, Bobbio menciona en primer lugar, que la tan proclamada “crisis” o “fin” de las ideologías, bien podría ser sólo una ideología más que se empecina en decretar el fin de las mismas.

Sin perjuicio de lo anterior, Bobbio advierte igualmente que las expresiones “izquierda” y “derecha” no se refieren sólo a determinados cuerpos de ideas en materias políticas, sino también a “intereses y valoraciones sobre la dirección que habría que dar a la sociedad” y que es lo que busca, al final de cuentas una determinada ideología.

2 de febrero de 2009

Sobre el ICCC

La relevancia que representa para el país la creación del hospital oncológico o “Hospital contra el Cáncer”, como se le ha dado a llamar, es controversial; el tema ha recibido amplia cobertura de algunos noticieros y medios de “descomunicación”, dejándose decir incluso que el 25 por ciento de los médicos en Costa Rica no le encuentran el beneficio directo a al creación del centro medico(la fuente cientifica del estudio que brinda semejante resulta se omite por inexistente).

Lo cierto del caso es que la Ley 7765 que crea el Instituto Costarricense contra el Cáncer (ICCC), lo establece como el órgano encargado de la investigación, capacitación, prevención y tratamiento de esta enfermedad, que, a las pruebas me remito, no sido posible sea manejada correctamente por la CCSS, y que por su relevancia requiere un ente rector, que, para darse una idea:

La Organización Mundial de la Salud, estima que la incidencia mundial del cáncer podría aumentar en un 50 % y llegar a 15 millones de nuevos casos en el año 2020.
Aquí en Costa Rica según el Instituto Nacional Estadísticas y Censos y el Registro Nacional de Tumores del Ministerio de Salud, se presentan aproximadamente 8.000 nuevos casos de cáncer al año (un caso nuevo cada 60 minutos).

El Registro Nacional de Tumores del Ministerio de Salud, informa que en el año 2004 murieron 3.555 en nuestro país, a causa de tumores malignos (cada 3 horas muere una persona en nuestro país por cáncer).

Por lo que estoy convencido que la creación de este centro especializado en cáncer implicará una diferencia significativa en la situación de salud del paciente con cáncer en nuestro país. En todo caso, sea como sea, el dinero que ya el ICCC tiene (aprox. 35 millones de dólares) no se vale que se los festine por medio de un transitorio en una ley que busca un cambio de nombre para la Junta de Protección Social de San José.

20 de enero de 2009

Análisis del Discurso de investidura del Presidente Obama

Este breve análisis se hace de una traducción, por lo que puede ser que se pierda algún contenido, pero algunos datos interesantes:

· Las palabras: crisis, seguridad, paz, economía, confianza, prosperidad, libertad, esperanza se utilizan tres veces cada una.
· guerra dos veces

· Sacrificio se usa una vez

· Cambio (Change) que fue su muletilla slogan de campaña NO se usa.

· Como una solución a la crisis económica plantea:"...la presente crisis nos ha recordado que, sin un ojo que lo vigile, el mercado puede descontrolarse, y que una nación no puede prosperar por mucho tiempo amparando únicamente a los favorecidos..."

· En cuanto a cooperación y relaciones internacionales son claras las referencias a Irán, Cuba y a las naciones pobres de África:
* Iran:"Con viejos amigos y antiguos enemigos, trabajaremos sin descansopara disminuir la amenaza nuclear"..."A esos líderes que hay por todoel mundo que pretenden sembrar el conflicto o culpar a Occidente delos males de sus sociedades, sabed que vuestro pueblo os juzgará por lo que podáis construir, no por lo que destruyáis"
* Cuba: "A aquellos que se aferran al poder mediante la corrupción y elengaño y el silenciamiento de la disensión, sabed que estáis en ellado equivocado de la historia, pero que os echaremos una mano siestáis dispuestos a aflojar el puño."
* Africa:"A la gente de las naciones pobres, nos comprometemos a trabajar con vosotros para hacer que vuestras granjas prosperen y permitir que fluya el agua limpia; para nutrir los cuerpos que se mueren de inanición y alimentar las mentes hambrientas"
* A Europa, China y Países desarrollados su mensaje fue:"Y a aquellas naciones como la nuestra que disfrutan de una relativa abundancia, les decimos que no podemos seguir permitiéndonos la indiferencia hacia el sufrimiento fuera de nuestras fronteras; y que tampoco podemos agotar los recursos mundiales sin tener en cuenta el efecto. Porque el mundo ha cambiado, y debemos cambiar con él"

· No hablo de Guantánamo

· Si menciono a Irak y Afganistan:". Empezaremos a dejar responsablemente Irak a su pueblo, y a forjar una paz duramente ganada en Afganistán"

Textos de los discursos:
ESPAÑOL:
Queridos conciudadanos:
He venido hoy aquí con una actitud modesta frente a la labor que tenemos por delante, agradecido por la confianza que habéis depositado en mí y consciente de los sacrificios que hicieron nuestros antepasados. Quiero dar las gracias al presidente Bush por su servicio a nuestra nación, así como por la generosidad y la cooperación de las que ha hecho gala a lo largo de esta transición.
Cuarenta y cuatro estadounidenses han jurado ya la presidencia. Estas palabras se han pronunciado con vientos favorables de prosperidad y mares de paz en calma. No obstante, de vez en cuando este juramento se ha prestado entre nubes de tormenta y tempestades embravecidas. En esos momentos, Estados Unidos ha seguido adelante no sólo por la habilidad o las ideas de los que estaban en la presidencia, sino porque Nosotros, El Pueblo, nos hemos mantenido fieles a los ideales de nuestros ancestros y a nuestros documentos fundacionales.
Así ha sido y así ha de ser con esta generación de estadounidenses.
Ya ha quedado claro que estamos en medio de una crisis. Nuestra nación está en guerra contra una red de violencia y de odio muy extendida. Nuestra economía está muy debilitada, como consecuencia de la avaricia y de la irresponsabilidad de algunos, pero también de nuestro fracaso colectivo por no haber tomado decisiones difíciles ni preparado al país para una nueva era. Hay gente que ha perdido su casa; empleos que han desaparecido; negocios que se han ido a pique. Nuestra atención médica es demasiado cara; nuestros colegios han fallado a demasiados; y cada día hay más pruebas de que las formas que tenemos de utilizar la energía fortalecen a nuestros adversarios y amenazan a nuestro planeta.
Éstos son indicadores de la crisis, sujetos a datos y a estadísticas. Menos mensurable, pero no menos profunda, es la pérdida de confianza que está viviendo nuestro país: un miedo acuciante a que el declive de Estados Unidos sea inevitable y de que la próxima generación tenga que reducir sus expectativas.
Hoy os digo que los retos a los que nos enfrentamos son reales. Son graves y son muchos. No los vamos a poder superar fácilmente ni en un corto periodo de tiempo. Pero quiero que Estados Unidos sepa algo: vamos a superarlos.
En este día nos reunimos porque hemos elegido la esperanza por encima del miedo, la unidad de propósito por encima del conflicto y la discordia.
En este día queremos proclamar el fin de los agravios insignificantes y de las falsas promesas, de las recriminaciones y de los dogmas anticuados, que llevan demasiado tiempo estrangulando nuestra política.
Seguimos siendo una nación joven, pero como dicen las Escrituras, ha llegado la hora de dejar a un lado los infantilismos. Ha llegado la hora de reafirmar nuestro espíritu resistente; de elegir nuestra mejor historia; de impulsar ese preciado don, esa noble idea, que ha ido pasando de generación en generación: la promesa hecha por Dios de que todos somos iguales, de que todos somos libres y de que todos nos merecemos la oportunidad de perseguir al máximo nuestra felicidad.
Al reafirmar la grandeza de nuestra nación, comprendemos que la grandeza nunca es algo regalado. Hay que ganársela. Nuestro viaje nunca se ha caracterizado por los atajos o por el conformarnos con poco. No ha sido un camino para pusilánimes, para los que prefieren el ocio al trabajo o los que buscan sólo los placeres de las riquezas y de la fama. Han sido más bien los que corren riesgos, los emprendedores, los que hacen cosas - algunos alabados por ello, pero la mayoría de las veces hombres y mujeres cuya labor ha pasado desapercibida – lo que nos han guiado por el largo y arduo camino hacia la prosperidad y la libertad.
Por nosotros se echaron al hombro sus pocas posesiones terrenales y surcaron océanos en busca de una nueva vida.
Por nosotros trabajaron en fábricas donde se explotaba a los trabajadores y poblaron Occidente, aguantaron el azote de los látigos y araron la dura tierra.
Por nosotros combatieron y murieron, en lugares como Concord y Gettysburg, Normandía y Khe Sahn.
Una y otra vez, estos hombres y mujeres se esforzaron y se sacrificaron y trabajaron hasta despellejarse las manos para que nosotros pudiéramos tener una vida mejor. Para ellos Estados Unidos era mayor que la suma de nuestras ambiciones individuales; mayor que todas las diferencias de nacimiento o de riqueza o de ideología.
Es un viaje que proseguimos hoy. Seguimos siendo la nación más próspera y poderosa de la Tierra. Nuestros trabajadores no son menos productivos que cuando empezó la crisis. Nuestras mentes no son menos inventivas, nuestras mercancías y nuestros servicios no son menos necesarios que la semana pasada, el mes pasado o el año pasado. Nuestra capacidad sigue intacta. Pero el tiempo de adherirnos firmemente a nuestras creencias, de proteger intereses limitados y de retrasar las decisiones desagradables, ese tiempo ciertamente ha pasado. A partir de hoy, debemos levantarnos, sacudirnos el polvo, y reanudar el trabajo de rehacer Estados Unidos.
Porque miremos adonde miremos, hay trabajo por hacer. La situación de la economía exige acción, audaz y rápida, y actuaremos; no sólo para crear nuevos puestos de trabajo, sino también para establecer nuevas bases para el crecimiento. Construiremos carreteras y puentes, redes eléctricas y líneas digitales, que alimentarán nuestro comercio y nos mantendrán unidos. Devolveremos la ciencia al lugar que le corresponde, y aprovecharemos las maravillas tecnológicas para aumentar la calidad de la atención sanitaria y reducir su coste. Aprovecharemos el sol, los vientos y el suelo para impulsar nuestros coches y poner en funcionamiento nuestras fábricas. Y transformaremos nuestros colegios, institutos y universidades para que cubran las necesidades de una nueva era. Todo esto podemos hacerlo. Y lo haremos.
Ahora bien, hay quienes cuestionan la escala de nuestras ambiciones, que insinúan que nuestro sistema no soportará demasiados planes grandiosos. Tienen poca memoria. Porque han olvidado lo que este país ya ha hecho; lo que los hombres y las mujeres libres pueden conseguir cuando la imaginación se une al propósito común, y la necesidad a la valentía.
Lo que los escépticos no entienden es que el terreno que pisan ha cambiado; que las discusiones políticas trasnochadas que durante tanto tiempo nos han consumido ya no son válidas. La pregunta que nos hacemos hoy no es si nuestro Gobierno es demasiado grande o demasiado pequeño, sino si funciona; si ayuda a las familias a encontrar trabajos con un sueldo decente, atención sanitaria que puedan pagar, una jubilación digna. Allí donde la respuesta sea sí, nuestra intención es avanzar. Cuando la respuesta sea no, los programas cesarán. Y quienes administramos los dólares de los ciudadanos deberemos rendir cuentas – gastar con prudencia, reformar los malos hábitos, y hacer nuestros trabajo a la luz del día – porque sólo entonces podremos restaurar la confianza vital entre los ciudadanos y su Gobierno.
La cuestión tampoco es si el mercado es una fuerza para bien o para mal. Aunque su poder para generar riqueza y aumentar la libertad es incomparable, la presente crisis nos ha recordado que, sin un ojo que lo vigile, el mercado puede descontrolarse, y que una nación no puede prosperar por mucho tiempo amparando únicamente a los favorecidos. El éxito de nuestra economía siempre ha dependido no sólo del tamaño de nuestro Producto Interior Bruto, sino también del alcance de nuestra prosperidad; de nuestra habilidad para ofrecer oportunidades a toda persona dispuesta, no por caridad, sino porque es el camino más seguro para lograr el bien común.
En cuanto a la defensa común, rechazamos por su falsedad el hecho de que tengamos que elegir entre nuestra seguridad y nuestros ideales. Nuestros Padres Fundadores, enfrentados a peligros que a duras penas alcanzamos a imaginar, redactaron una carta para garantizar el imperio de la ley y los derechos del hombre, una carta alargada con la sangre de generaciones. Esos ideales siguen iluminando el mundo y, por nuestro propio bien, no renunciaremos a ellos. Por eso les digo a todos los pueblos y gobiernos que hoy tienen la mirada puesta en nosotros, desde las grandes capitales hasta el pequeño pueblo que vio nacer a mi padre: sabed que Estados Unidos es amigo de toda nación y de todo hombre, mujer y niño que busque un futuro de paz y dignidad, y que estamos dispuestos a tomar la iniciativa una vez más.
Recordad que generaciones anteriores se enfrentaron al fascismo y al comunismo no sólo con misiles y tanques, sino con sólidas alianzas y convicciones imperecederas. Entendieron que nuestro poder no puede protegernos por sí solo, y que tampoco nos autoriza a hacer lo que nos plazca. Por el contrario, sabían que nuestro poder crece cuando se usa de forma prudente; nuestra seguridad emana de la justicia de nuestra causa, la fuerza de nuestro ejemplo, las cualidades moderadoras de la humildad y la moderación.
Somos los guardianes de este legado. Guiados por esos principios una vez más, podemos responder a las nuevas amenazas que exigen incluso un mayor esfuerzo, incluso una mayor cooperación y comprensión entre naciones. Empezaremos a dejar responsablemente Irak a su pueblo, y a forjar una paz duramente ganada en Afganistán. Con viejos amigos y antiguos enemigos, trabajaremos sin descanso para disminuir la amenaza nuclear y hacer que retroceda el fantasma del calentamiento global. No vamos a disculparnos por nuestra forma de vida ni dudaremos en defenderla, y a aquellos que pretenden alcanzar sus objetivos infundiendo terror y masacrando a inocentes les decimos desde ahora que nuestro espíritu es más fuerte y que no puede quebrantarse; que no durarán más que nosotros, y que les derrotaremos.
Porque sabemos que nuestro legado como mosaico de culturas es un punto fuerte, no una debilidad. Somos una nación de cristianos y musulmanes, de judíos e hindúes, y de no creyentes. Estamos moldeados por todas las lenguas y culturas, sacadas de todos los rincones de esta Tierra; y como hemos probado la amarga bazofia de la guerra civil y de la segregación, y hemos emergido de ese tenebroso capítulo más fuertes y unidos, no podemos evitar creer que los viejos odios pasarán algún día; que las líneas tribales pronto se disolverán; que a medida que el mundo se vuelve más pequeño, nuestra humanidad común se dejará ver; y que Estados Unidos debe desempeñar su papel como guía en una nueva era de paz.
Al mundo musulmán le decimos que buscamos un nuevo camino hacia delante basado en el interés y el respeto mutuos. A esos líderes que hay por todo el mundo que pretenden sembrar el conflicto o culpar a Occidente de los males de sus sociedades, sabed que vuestro pueblo os juzgará por lo que podáis construir, no por lo que destruyáis. A aquellos que se aferran al poder mediante la corrupción y el engaño y el silenciamiento de la disensión, sabed que estáis en el lado equivocado de la historia, pero que os echaremos una mano si estáis dispuestos a aflojar el puño.
A la gente de las naciones pobres, nos comprometemos a trabajar con vosotros para hacer que vuestras granjas prosperen y permitir que fluya el agua limpia; para nutrir los cuerpos que se mueren de inanición y alimentar las mentes hambrientas. Y a aquellas naciones como la nuestra que disfrutan de una relativa abundancia, les decimos que no podemos seguir permitiéndonos la indiferencia hacia el sufrimiento fuera de nuestras fronteras; y que tampoco podemos agotar los recursos mundiales sin tener en cuenta el efecto. Porque el mundo ha cambiado, y debemos cambiar con él.
Al contemplar el camino que se abre ante nosotros, recordamos con humilde gratitud a esos valientes estadounidenses que, en este mismo momento, patrullan por desiertos lejanos y montañas distantes. Tienen algo que decirnos hoy, al igual que los héroes caídos que yacen en Arlington susurran a través de los tiempos. Les honramos no sólo porque son los guardianes de nuestra libertad, sino porque personifican el espíritu de servicio, una voluntad de encontrar significado en algo más grande que ellos mismos. Y aun así, en este momento un momento que va a definir una generación es precisamente este espíritu el que debe habitar en todos nosotros.
Porque al final, por encima de todo lo que el Gobierno pueda y deba hacer, están la fe y la determinación del pueblo estadounidense, del que depende este país. Es la amabilidad de acoger a un extraño cuando los diques se rompen, la generosidad de los trabajadores que prefieren recortar su jornada antes que ver a un amigo perder su trabajo, lo que nos ilumina en nuestros momentos más oscuros. Es la valentía de un bombero al precipitarse por una escalera llena de humo, pero también la voluntad de un padre de alimentar a su hijo, lo que finalmente decide nuestro destino.
Puede que nuestros retos sean nuevos. Puede que los instrumentos con los que nos enfrentarnos a ellos sean nuevos. Pero esos valores de los que depende nuestro éxito – el trabajo duro y la honestidad, la valentía y el juego limpio, la tolerancia y la curiosidad, la lealtad y el patriotismo – estas cosas son antiguas. Estas cosas son verdaderas. Han constituido la fuerza silenciosa de nuestro progreso a lo largo de nuestra historia. Por tanto, lo que se requiere es un retorno a estas verdades. Lo que ahora se nos pide es una nueva era de responsabilidad, un reconocimiento por parte de cada estadounidense de que tenemos obligaciones hacia nosotros mismos, nuestro país y el mundo, obligaciones que no aceptamos a regañadientes, sino que asumimos de buena gana, con la seguridad de saber que no hay nada tan satisfactorio para el espíritu, tan determinante de nuestro carácter, como el darlo todo ante una tarea difícil.
Éste es el precio y la promesa de la ciudadanía.
Ésta es la fuente de nuestra confianza, el saber que Dios nos insta a darle forma a un destino incierto.
Éste es el significado de nuestra libertad y de nuestro credo, el motivo por el que hombres y mujeres y niños de todas las razas y todas las creencias pueden unirse en una celebración a lo largo de esta magnífica explanada, y el motivo por el que un hombre cuyo padre tal vez no habría podido trabajar en un restaurante local hace menos de 60 años, puede estar ahora ante ustedes para prestar el más sagrado de los juramentos.
Por tanto, recordemos este día como conmemoración de lo que somos y de lo lejos que hemos llegado. En el año del nacimiento de Estados Unidos, en el más frío de los meses, un pequeño grupo de patriotas se apiñaba en torno a hogueras moribundas a la orilla de un río helado. La capital había sido abandonada. El enemigo avanzaba. La nieve estaba teñida de sangre. En el momento en que el desenlace de nuestra revolución era más incierto, el padre de nuestra nación ordenó que se leyeran estas palabras a la gente:
“Que se le haga saber al mundo futuro... que en lo más crudo del invierno, cuando nada salvo la esperanza y la virtud podía sobrevivir... que la ciudad y el país, en guardia ante un peligro compartido, avanzaron para encontrarse [con él]”.
Estados Unidos. Frente a nuestros peligros compartidos, en este invierno de penurias, recordemos estas palabras intemporales. Con esperanza y virtud, desafiemos una vez más las corrientes heladas y soportemos cualquier tormenta que venga. Que los hijos de nuestros hijos digan que, cuando se nos puso a prueba, nos negamos a permitir que este viaje terminase, que no nos dimos la vuelta ni titubeamos; y con los ojos fijos en el horizonte y la gracia de Dios acompañándonos, fuimos portadores del gran don de la libertad y se lo entregamos sano y salvo a las generaciones futuras».

INGLES
My fellow citizens:
I stand here today humbled by the task before us, grateful for the trust you have bestowed, mindful of the sacrifices borne by our ancestors. I thank President Bush for his service to our nation, as well as the generosity and cooperation he has shown throughout this transition.
Forty-four Americans have now taken the presidential oath. The words have been spoken during rising tides of prosperity and the still waters of peace. Yet, every so often, the oath is taken amidst gathering clouds and raging storms. At these moments, America has carried on not simply because of the skill or vision of those in high office, but because We the People have remained faithful to the ideals of our forebearers, and true to our founding documents.
So it has been. So it must be with this generation of Americans.
That we are in the midst of crisis is now well understood. Our nation is at war, against a far-reaching network of violence and hatred. Our economy is badly weakened, a consequence of greed and irresponsibility on the part of some, but also our collective failure to make hard choices and prepare the nation for a new age. Homes have been lost; jobs shed; businesses shuttered. Our health care is too costly; our schools fail too many; and each day brings further evidence that the ways we use energy strengthen our adversaries and threaten our planet.
These are the indicators of crisis, subject to data and statistics. Less measurable but no less profound is a sapping of confidence across our land -- a nagging fear that America's decline is inevitable, and that the next generation must lower its sights.
Today I say to you that the challenges we face are real. They are serious and they are many. They will not be met easily or in a short span of time. But know this, America: They will be met.
On this day, we gather because we have chosen hope over fear, unity of purpose over conflict and discord.
On this day, we come to proclaim an end to the petty grievances and false promises, the recriminations and worn-out dogmas, that for far too long have strangled our politics.
We remain a young nation, but in the words of Scripture, the time has come to set aside childish things. The time has come to reaffirm our enduring spirit; to choose our better history; to carry forward that precious gift, that noble idea, passed on from generation to generation: the God-given promise that all are equal, all are free, and all deserve a chance to pursue their full measure of happiness.
In reaffirming the greatness of our nation, we understand that greatness is never a given. It must be earned. Our journey has never been one of shortcuts or settling for less. It has not been the path for the fainthearted -- for those who prefer leisure over work, or seek only the pleasures of riches and fame. Rather, it has been the risk-takers, the doers, the makers of things -- some celebrated, but more often men and women obscure in their labor -- who have carried us up the long, rugged path toward prosperity and freedom.
For us, they packed up their few worldly possessions and traveled across oceans in search of a new life.
For us, they toiled in sweatshops and settled the West; endured the lash of the whip and plowed the hard earth.
For us, they fought and died, in places like Concord and Gettysburg; Normandy and Khe Sahn.
Time and again, these men and women struggled and sacrificed and worked till their hands were raw so that we might live a better life. They saw America as bigger than the sum of our individual ambitions; greater than all the differences of birth or wealth or faction.
This is the journey we continue today. We remain the most prosperous, powerful nation on Earth. Our workers are no less productive than when this crisis began. Our minds are no less inventive, our goods and services no less needed than they were last week or last month or last year. Our capacity remains undiminished. But our time of standing pat, of protecting narrow interests and putting off unpleasant decisions -- that time has surely passed. Starting today, we must pick ourselves up, dust ourselves off, and begin again the work of remaking America.
For everywhere we look, there is work to be done. The state of the economy calls for action, bold and swift, and we will act -- not only to create new jobs, but to lay a new foundation for growth. We will build the roads and bridges, the electric grids and digital lines that feed our commerce and bind us together. We will restore science to its rightful place, and wield technology's wonders to raise health care's quality and lower its cost. We will harness the sun and the winds and the soil to fuel our cars and run our factories. And we will transform our schools and colleges and universities to meet the demands of a new age. All this we can do. And all this we will do.
Now, there are some who question the scale of our ambitions -- who suggest that our system cannot tolerate too many big plans. Their memories are short. For they have forgotten what this country has already done; what free men and women can achieve when imagination is joined to common purpose, and necessity to courage.
What the cynics fail to understand is that the ground has shifted beneath them -- that the stale political arguments that have consumed us for so long no longer apply. The question we ask today is not whether our government is too big or too small, but whether it works -- whether it helps families find jobs at a decent wage, care they can afford, a retirement that is dignified. Where the answer is yes, we intend to move forward. Where the answer is no, programs will end. And those of us who manage the public's dollars will be held to account -- to spend wisely, reform bad habits, and do our business in the light of day -- because only then can we restore the vital trust between a people and their government.
Nor is the question before us whether the market is a force for good or ill. Its power to generate wealth and expand freedom is unmatched, but this crisis has reminded us that without a watchful eye, the market can spin out of control -- and that a nation cannot prosper long when it favors only the prosperous. The success of our economy has always depended not just on the size of our gross domestic product, but on the reach of our prosperity; on our ability to extend opportunity to every willing heart -- not out of charity, but because it is the surest route to our common good.
As for our common defense, we reject as false the choice between our safety and our ideals. Our Founding Fathers, faced with perils we can scarcely imagine, drafted a charter to assure the rule of law and the rights of man, a charter expanded by the blood of generations. Those ideals still light the world, and we will not give them up for expedience's sake. And so to all other peoples and governments who are watching today, from the grandest capitals to the small village where my father was born: Know that America is a friend of each nation and every man, woman and child who seeks a future of peace and dignity, and that we are ready to lead once more.
Recall that earlier generations faced down fascism and communism not just with missiles and tanks, but with sturdy alliances and enduring convictions. They understood that our power alone cannot protect us, nor does it entitle us to do as we please. Instead, they knew that our power grows through its prudent use; our security emanates from the justness of our cause, the force of our example, the tempering qualities of humility and restraint.
We are the keepers of this legacy. Guided by these principles once more, we can meet those new threats that demand even greater effort -- even greater cooperation and understanding between nations. We will begin to responsibly leave Iraq to its people, and forge a hard-earned peace in Afghanistan. With old friends and former foes, we will work tirelessly to lessen the nuclear threat, and roll back the specter of a warming planet. We will not apologize for our way of life, nor will we waver in its defense, and for those who seek to advance their aims by inducing terror and slaughtering innocents, we say to you now that our spirit is stronger and cannot be broken; you cannot outlast us, and we will defeat you.
For we know that our patchwork heritage is a strength, not a weakness. We are a nation of Christians and Muslims, Jews and Hindus -- and nonbelievers. We are shaped by every language and culture, drawn from every end of this Earth; and because we have tasted the bitter swill of civil war and segregation, and emerged from that dark chapter stronger and more united, we cannot help but believe that the old hatreds shall someday pass; that the lines of tribe shall soon dissolve; that as the world grows smaller, our common humanity shall reveal itself; and that America must play its role in ushering in a new era of peace.
To the Muslim world, we seek a new way forward, based on mutual interest and mutual respect. To those leaders around the globe who seek to sow conflict, or blame their society's ills on the West: Know that your people will judge you on what you can build, not what you destroy. To those who cling to power through corruption and deceit and the silencing of dissent, know that you are on the wrong side of history; but that we will extend a hand if you are willing to unclench your fist.
To the people of poor nations, we pledge to work alongside you to make your farms flourish and let clean waters flow; to nourish starved bodies and feed hungry minds. And to those nations like ours that enjoy relative plenty, we say we can no longer afford indifference to suffering outside our borders; nor can we consume the world's resources without regard to effect. For the world has changed, and we must change with it.
As we consider the road that unfolds before us, we remember with humble gratitude those brave Americans who, at this very hour, patrol far-off deserts and distant mountains. They have something to tell us today, just as the fallen heroes who lie in Arlington whisper through the ages. We honor them not only because they are guardians of our liberty, but because they embody the spirit of service; a willingness to find meaning in something greater than themselves. And yet, at this moment -- a moment that will define a generation -- it is precisely this spirit that must inhabit us all.
For as much as government can do and must do, it is ultimately the faith and determination of the American people upon which this nation relies. It is the kindness to take in a stranger when the levees break, the selflessness of workers who would rather cut their hours than see a friend lose their job which sees us through our darkest hours. It is the firefighter's courage to storm a stairway filled with smoke, but also a parent's willingness to nurture a child, that finally decides our fate.
Our challenges may be new. The instruments with which we meet them may be new. But those values upon which our success depends -- hard work and honesty, courage and fair play, tolerance and curiosity, loyalty and patriotism -- these things are old. These things are true. They have been the quiet force of progress throughout our history. What is demanded then is a return to these truths. What is required of us now is a new era of responsibility -- a recognition, on the part of every American, that we have duties to ourselves, our nation and the world; duties that we do not grudgingly accept but rather seize gladly, firm in the knowledge that there is nothing so satisfying to the spirit, so defining of our character, than giving our all to a difficult task.
This is the price and the promise of citizenship.
This is the source of our confidence -- the knowledge that God calls on us to shape an uncertain destiny.
This is the meaning of our liberty and our creed -- why men and women and children of every race and every faith can join in celebration across this magnificent Mall, and why a man whose father less than 60 years ago might not have been served at a local restaurant can now stand before you to take a most sacred oath.
So let us mark this day with remembrance, of who we are and how far we have traveled. In the year of America's birth, in the coldest of months, a small band of patriots huddled by dying campfires on the shores of an icy river. The capital was abandoned. The enemy was advancing. The snow was stained with blood. At a moment when the outcome of our revolution was most in doubt, the father of our nation ordered these words be read to the people:
"Let it be told to the future world ... that in the depth of winter, when nothing but hope and virtue could survive... that the city and the country, alarmed at one common danger, came forth to meet [it]."
America. In the face of our common dangers, in this winter of our hardship, let us remember these timeless words. With hope and virtue, let us brave once more the icy currents, and endure what storms may come. Let it be said by our children's children that when we were tested, we refused to let this journey end, that we did not turn back, nor did we falter; and with eyes fixed on the horizon and God's grace upon us, we carried forth that great gift of freedom and delivered it safely to future generations.

George W. Bush, el «halcón», entrega su nido al predicador del diálogo y de la paz mundial.

Los tópicos en torno a Bush y a Obama presentan personalidades opuestas, que pueden dejar de serlo cuando la nueva Presidencia entre en acción

¿Será George W. Bush recordado como el peor presidente de la historia de Estados Unidos? Sólo el tiempo lo dirá. El propio Bush advirtió hace poco a sus críticos que muchos colgaron en su día ese sambenito al presidente de la bomba nuclear sobre Japón, y hoy Harry Truman es uno de los presidentes más celebrados en los manuales de Historia norteamericana (y punto). Pero Barack Obama llega a la Casa Blanca con una formidable ventaja a su favor. No sólo porque Bush lleva muchos meses con la popularidad por los suelos, apenas un 20 por ciento en los sondeos. También porque el partido demócrata no había disfrutado de tanto poder desde la Segunda Guerra mundial. A la cómoda victoria en las presidenciales suma una amplia mayoría en las dos cámaras del Congreso.

Bush y Obama son dos personalidades en apariencia antitéticas. El último de la saga republicana encarna el fiasco en política exterior —Irak— y en economía —la peor crisis financiera quizá desde la Gran Depresión. El ex senador demócrata de Illinois representa en cambio la juventud, el talento intelectual y, sobre todo, la esperanza. Estos son, «a priori», algunos de los grandes rasgos del contraste entre el presidente saliente y el entrante:

Imaginario político

El uso de la fuerza

George W. Bush llegó a la Casa Blanca en el año 2000 avalado por una reputación de conservador moderado. La dimensión social de la política de Bush hijo ha sido evidente en materia de inmigración y de apertura de su Gabinete a las minorías raciales, pero los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 radicalizaron el pensamiento del líder republicano y su línea de acción. Desde aquel día, para George W. Bush el mundo se partió en dos, aliados y enemigos, en la fantástica batalla global contra el terrorismo, que condujo a los conflictos aún abiertos de Afganistán e Irak. ¿Será George W. Bush recordado como el peor presidente de la historia de Estados Unidos?Obama ha prometido poner fin a las guerras de los Estados Unidos, cerrar la prisión de Guantánamo —erigida ya en símbolo del «unilateralismo norteamericano» y de su uso alternativo del derecho internacional, según le convenga o no— y luchar por restablecer las relaciones amistosas con viejos aliados. El buenismo de Obama contrasta, no obstante, con algunos ramalazos de matonismo (como cuando advirtió que invadiría Pakistán si supiera que allí se esconde Osama bin Laden). En cualquier caso, su filosofía queda opacada por una percepción casi universal: el nuevo presidente va a intentar desentenderse de la política exterior para centrarse en los no pocos problemas internos. La designación de su rival Hillary Clinton como secretaria de Estado es muy reveladora.

En materia de pensamiento económico, Bush y Obama son hijos de sus orígenes ideológicos. George W. Bush, como fiel devoto de Ronald Reagan, ejerció durante sus dos mandatos una política liberal sin fisuras en materia de libertad de comercio y de reducción de impuestos. Su aval del paquete financiero de rescate de bancos y empresas de automóviles fue, al final de su mandato, un gesto de sacrificio en el altar del patriotismo, virtud que nadie —tampoco sus enemigos más acérrimos— ha negado nunca a George W. Bush.

Sensibilidad social

Ricos y pobres ante la crisis

La politica social agranda el foso entre el presidente saliente y el nuevo inquilino de la Casa Blanca. George W. Bush promovió durante sus dos mandatos proyectos a favor de la familia, el matrimonio y la defensa de la vida con medidas como la retirada de los fondos públicos a los programas de promoción del aborto o el rechazo a la investigación con células embionarias. Barack Obama votó, como senador por Illinois, a favor de los proyectos en favor del aborto o contra las limitaciones éticas a la investigación científica. En materia social, Obama pertenece al ala más estricta del partido demócrata. En Europa su parangón sería Rodríguez Zapatero, con la diferencia de que Obama no respalda el matrimonio gay. Obama ha prometido poner fin a las guerras de los Estados Unidos, cerrar la prisión de Guantánamo —erigida ya en símbolo del «unilateralismo norteamericano»Los éxitos de Bush en materia de «compasión» al legislar sobre inmigración no quitan que en el resto de los capítulos sociales su mentalidad fuera típicamente ultraliberal. En cambio, Obama es, por razones también de origen social y racial, un demócrata que cree en la lucha contra la desigualdad y la pobreza, en principio a golpe de talonario público. La meta de lograr un seguro médico universal en Estados Unidos será uno de los grandes desafíos de su Presidencia.

Las creencias

Nuevos conversos

George W. Bush llegó a la Casa Blanca apoyado por una movilización sin precedentes de los grupos cristianos evangélicos. El presidente saliente se considera un converso a la religiosidad de los llamados «born again», nacidos de nuevo, una rama del protestantismo anglosajón en la que prima la experiencia emocional sobre la razón. Esta dimensión religiosa de George W. Bush le ha valido no pocas críticas entre los sectores liberales laicistas, que le han acusado repetidamente de gobernar en política interior y exterior por «fe religiosa ciega» y no con la cabeza.
Barack Obama es también, en cierto modo, un converso tardío. Tras una infancia y juventud ajenas a la religión, abrazó el cristianismo afroamericano en Chicago, donde se bautizó a los 27 años. En cierta ocasión Obama narró su acercamiento a la religión tras descubrir su «poder para provocar el cambio social». El planteamiento pragmático de sus creencias se puso de relieve durante la campaña presidencial, cuando rompió con quien consideraba su mentor espiritual por un sermón en el que Jeremiah Wright criticaba el «poder blanco» en Estados Unidos.

El arte de hablar

De bromas a veras

Barack Obama es un árbol de Navidad para los profesionales del marketing político. Todo en él es buena planta, sonrisa fácil y cautivadora, y un verbo impecable tanto en el estrado como por escrito. A su lado George W. Bush parece un actor de comedia junto al verdadero galán de la película. George W. Bush llegó a la Casa Blanca apoyado por una movilización sin precedentes de los grupos cristianos evangélicosSin embargo, el presidente Bush lograba cercanía, tanto por sus bromas socarronas como por su lenguaje coloquial, en el que el pelo de la dehesa texana parecía haber borrado todo posible rastro del brillo bostoniano de la juventud. George W. Bush habla la jerga del ciudadano de la América profunda, especialmente el de la «Bible Belt», el sur y medio Oeste evangélico. Obama despierta admiración, pero ofrece un modelo inalcanzable para el común de los mortales. Muchos le echan en cara un elitismo propio de las clases altas de nueva Inglaterra, y un tono demasiado académico, más adecuado para las aulas de Harvard o Columbia que para la política.

Estilo de mando

Delegar o no delegar

Bush delegó todo lo que pudo —el estilo «reaganiano» lo imponía—, pero en un círculo cerrado a sus colaboradores más estrechos. Entre ellos destacaron tres: el vicepresidente Cheney, el asesor y «gurú» poítico Karl Rove, y el titular de Defensa Rumsfeld. El presidente Bush era consciente de su impopularidad en aumento, y de que gobernaba en cierto modo sólo para la mitad de los norteamericanos, pero asumió esa situación como un sacrificio que comportaba el cargo. Al igual que Ronald Reagan, mostró siempre una animadversión especial hacia los intelectuales, que alejaba de su entorno para buscar sólo el consejo de sus asesores políticos de cabecera.
Barack Obama promete, en cambio, ser uno de los presidentes menos partidistas de la Historia, y desde la campaña ha dado muestras de un estilo abierto a sectores ajenos a su formación política. Mantendrá, al menos por un tiempo, al ministro de Defensa de Bush, ha elegido a un hombre ajeno a la CIA para dirigir el servicio de inteligencia, y no deja de insistir en que buscará la «excelencia» y no la filiación política. La conciencia de sus propias dotes puede llevar a Obama a delegar menos que Bush, una tentación que llevaría al nuevo presidente a perderse en el detalle de los complejos problemas que le aguardan. El presidente Bush era consciente de su impopularidad en aumento, y de que gobernaba en cierto modo sólo para la mitad de los norteamericanos,Las raíces

Viaje de ida y vuelta

George W. Bush es un vástago de una de las familias más nobles de Estados Unidos converso al populismo, un urbanita que ha descubierto su vocación de granjero, un producto de Yale y de la Harvard Business School que parece marearse ante la letra impresa.
Barack Hussein Obama ha hecho en cierto modo el recorrido inverso. Como hijo de una mujer blanca de Kansas y de un ciudadano keniano, su destino podría haber sido el de la marginación que experimentan muchos de sus conciudadanos de raíces afroamericanas. Sin embargo, desde sus tempranos años de universidad el ex senador por Illinois tocó ya el cielo de los ambientes más exquisitos de la vida académica, gracias a sus talentos y a una apertura de espíritu adquirida durante sus años de infancia en el extranjero.

19 de enero de 2009

“La política en realidad no ha cambiado desde su invención por los griegos. Todo el juego reside en la capacidad de exponer sus argumentos de manera clara y convincente. Tener esta capacidad, para un discurso improvisado o uno preparado, es un activo de mucho valor en política",William Galston