5 de marzo de 2009

Sobre la importancia de la ideología

De forma general, ideología (del griego “idea”, y “–logía”) significa el estudio de las ideas, es decir, su origen, desarrollo y aplicación. Como definición amplia, podemos entender la ideología como el conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de un individuo, una sociedad, una época, un movimiento cultural, religioso o político.

Uno de los errores mas frecuentes, en la actualidad, en las sociedades occidentales es, a mi juicio, la negación de la ideología, es decir la inactividad para efectuar un debate entre ideas.

Los totalitarismos de la historia se han caracterizado por la negación a la sana batalla de las ideas. De igual modo, todas las tiranías de la historia y todos los grandes criminales y dictadores, temieron el debate ideológico y lo cercenaron a fin de forzar su propio dictado a fuerza.

El sostenimiento de la Libertad necesita forzosamente del debate ideológico.

En la vida pública, los representantes políticos que en democracia niegan la importancia de la ideología traicionan no sólo a los ciudadanos que los votan, sino a la raíz y al concepto mismo de la función política. Aún así la palabra “ideología” referida al ámbito particular de la política ha venido adquiriendo incomprensiblemente implicaciones negativas.

Tanto es así que aunque en lengua española un “ideólogo” hace referencia a la persona que profesa una ideología concreta o a un estudioso de ella, también “ideólogo” tiene en español la acepción de “persona que, entregada a una ideología, desatiende la realidad”, o bien “persona ilusa, soñadora, utópica”, acepciones todas recogidas en el Diccionario de la RAE.

En la confusión y mezcla ideológica que reina en buena parte de la gente hace falta organizar un debate en el terreno de las propuestas y proyectos, es decir, que falta plantear con nitidez en qué consiste la ideología que cada individuo o cada grupo político.

La historia vivida desde el inicio del siglo XX ratifica una polarización de las ideas y de los modos de entender el mundo. Frente al permanente intento de desacreditar la ideología, sea cual sea su posición es cada vez más clara necesidad de acudir a la ideología como termómetro real de las propuestas políticas. Una ideología, que coteje la importancia de poder defender pacíficamente las ideas.

Hablando claro, sin rodeos y sin medias tintas con ideología, el ciudadano logra entender cuáles son las propuestas de unos y de otros y así decidir cuál es la que más le interesa.

En mi caso particular, con mi posición ideológica clara y definida, el ideario liberal-conservador ha ganado la batalla de las ideas. Pero ese no es el tema que nos ocupa.
Esta des-acreditación de la ideología, sea cual sea es, a mi juicio, el combustible que enciende la llama de la apatía existente respecto a la política y a los partidos políticos.
Ante esta apatía por la política y por los partidos, la respuesta que emana de las cúpulas partidarias, es predicar la necesidad de los partidos políticos para los procesos democráticos; en lugar de plasmar y establecer una ideología clara. Esto, mientras el descontento ciudadano con el accionar político sin ideología crece, y se canaliza mediante el repudio a los partidos políticos.
Esta situación, repetida hasta la saturación cada vez que se cita “la crisis de los partidos políticos”, tiene dos causas fundamentales:
1. Los partidos políticos de hoy en día no tienen claridad respecto de lo que piensan. Los partidos políticos guían su accionar no por criterios ideológicos aplicados, sino sólo por criterios electoralistas de corto plazo, obedientes a la agenda puesta, en muchos casos por los medios de comunicación. No existe una conciencia de defender un plan, ni de trabajar en proyectos que no tengan que ver con campañas políticas, mucho menos de trabajar por la gente sin esperar recompensa.
2. Los partidos no tienen claridad alguna del rol que les corresponde dentro de una sociedad democrática. Básicamente, los partidos políticos no entienden que su rol primordial, si son demócratas, no es acaparar el poder sumando la máxima cantidad posible de gente, sino operar cambios en la sociedad mediante el uso del poder que permitan la ejecución del programa que emana de su ideología.

Cuando una persona, con sueños e intereses, es colocada, por “x” o “y” circunstancia en una reunión política partidista, recibe, en vez de un discurso coherente de sueños e intereses con los cuales identificarse e involucrarse; un discurso de cómo se debe sumar más gente, de cómo se deben ganar elecciones, y de la importancia de ello para lograr un cambio, cambio del cual nunca se sabe a ciencia cierta su naturaleza.
Eso desilusiona a la persona, y la esta haciendo virar a movimientos sociales, los cuales, a diferencia de los partidos políticos, no tienen por que tener una base sustantiva de ideología, estando sólo constituidos sobre la base de la solución de un problema concreto compartido entre sus integrantes.

Esto trae, a su vez, dos corolarios:
1. El viraje de los partidos políticos desde la proposición de cambios basados en su ideología al proponer soluciones a problemas concretos que el partido cree, afectarán a la gente, buscando representarla.
2. La asunción, por parte de los movimientos sociales, de posturas cada vez más ideologizadas, en aras de conquistar espacios de poder reservados a los partidos políticos.
Esto trae la degradación de la política y su sustitución por el populismo, están comprobados los efectos negativos que trae esto sobre la gobernabilidad a corto plazo y la institucionalidad al largo.

Sobre este tema, ya en 1994, Norberto Bobbio, el destacado autor y politólogo italiano razonaba sobre si ¿Existen aún la izquierda y la derecha? Entendiendo estas como la ideología que representan.

Bobbio indica que lo que le impulsó a escribir su libro, que por cierto lleva por titulo esa misma pregunta: ¿Existen aún la izquierda y la derecha?; fue la constatación de que en el curso de los últimos años venga diciéndose repetidamente que la distinción entre derecha e izquierda carece ya de todo sentido y que no pasa de ser hoy sólo una de las “muchas trampas lingüísticas en las que cae el debate político”.

A la hora de pasar revista a las causas que podrían explicar la creencia de que llegó a su fin, una manera de hablar en política que nació hace 200 años en la Revolución Francesa y que desde entonces sirvió para dividir el universo político, Bobbio menciona en primer lugar, que la tan proclamada “crisis” o “fin” de las ideologías, bien podría ser sólo una ideología más que se empecina en decretar el fin de las mismas.

Sin perjuicio de lo anterior, Bobbio advierte igualmente que las expresiones “izquierda” y “derecha” no se refieren sólo a determinados cuerpos de ideas en materias políticas, sino también a “intereses y valoraciones sobre la dirección que habría que dar a la sociedad” y que es lo que busca, al final de cuentas una determinada ideología.