Con trabajo, en horarios de ocho a diez horas al día, resulta un lujo disponible para muy pocos sacar un rato para leer con paz y tranquilidad, y me refiero a una lectura con capacidad de entender lo que lees y con posibilidad de sumergirte en las páginas de tu libro, en un sillón cómodo y no el vagón del tren o el metro con el agobio de las carreras y las habituales tardanzas de la mañana o el cansancio de una dura jornada.
Y si además tienes la buena suerte como yo, de ser un
desempleado en Madrid, tendrás a tu disposición creo que unas 16 o
17 bibliotecas
con, según los datos oficiales del ayuntamiento, más
de 1.249.916 libros a tu entera disposición y de manera GRATUITA…
Así,
con
Sir Arthur Conan Doyle redescubrí un “Las
aventuras de Sherlock Homes”, siempre adicto y adictivo, incombustible y
perspicaz, también por ejemplo, he releído varios libros en estos días de paro y
desempleo, en plena crisis, mientras espero que haya
una reforma laboral pactada entre sindicatos y
patronal para que la contratación se reactive y se creen muchas plazas de
trabajo, mientras me veo pidiendo a Dios que los amigos de mis amigos, que
tienen posibilidades de ocupar a un aprendiz de político con pensamientos
liberales de derecha y un amplio conocimiento y contactos políticos y
empresariales en el área centroamericana, o que decidan revisar su mail y dignarse a responder
mis candidaturas, y he redescubierto volúmenes de Duverger o
Samuel P Huntington que había mal leído en la época de estudiante universitario
de ciencias políticas en la UCR y que al salir de Costa Rica deje la biblioteca
de la casa de mis padres; leí “Política para Amador”, que como toda segunda parte no estuvo
tan bueno como el original “Ética para Amador” de Fernando Savater; me termine uno que había
dejado inconcluso hace seis años, una biografía de Margaret Tatcher, del que me acordé con motivo del estreno de la película protagonizada
por Meryl Streep,
He ahondado y entrado con más detalle en
el mundo de “El Secreto” y
sus mil quinientos autores y “maestros”, que a partir del éxito de libro de
Rhonda Byrne han querido dar su particular colaboración sobre el poder de la
mente, los pensamientos y como lo semejante atrae lo semejante.
Leí por primera vez a Jaime Balmes un filósofo, teólogo, sociólogo y tratadista español, cercano a la doctrina de santo Tomás de Aquino, en un libro interesantísimo: “El Criterio”; ojee la autobiografía de Bill Clinton y “Pensamientos”
de Blaise Pascal, así como “El origen de la especies” de Darwing, y hoy; por azar o por suerte, en mi particular “lunes
al sol” o mejor dicho “lunes en la biblioteca” leí de un tirón en un par de
horas un libro genial y divertido de Jorge Bucay “El mito de la diosa Fortuna” del
año 2006, de RBA Libros.
La
propuesta de Jorge Bucay en este libro es la necesidad de abandonar el
pesimismo porque este sentimiento aleja a la fortuna.
Jorge
Bucay investigó historias y teorías sobre la suerte, y encontró que la suerte sí que existe, nos afecta y hace
el autor, en mi muy personal opinión, una excelente motivación para convencernos
de que podemos incidir en la suerte para conseguir buenos o malos resultados.
Me puso Bucay a re pensar en que se
necesita de la participación de las personas para favorecerse a sí mismas.
De
acuerdo a Bucay, hay estadísticas que demuestran que la gente optimista tiene
suerte, según él una mirada positiva sobre la vida aumenta la probabilidad de
que, si haces las cosas bien, los resultados sean buenos. Tener una mirada pesimista
de lo que sigue nos carga y condiciona. Dice
y yo le creo, que las personas
pesimistas normalmente tienen características muy particulares: son
desagradecidas, no son generosas, son mezquinas, están llenas de rencores, no
pueden terminar con el pasado, viven echándole la culpa a todos los demás de lo
que les pasa, no se comprometen y no se abren al amor con los demás. Esas,
insiste Bucay, de todos los fracasados del mundo.
Hay
que conectarse con lo mejor de uno, hacer una apuesta positiva de la vida y
darse cuenta que si las cosas hoy no funcionan como nos gustaría en cualquier
aspecto de la vida, la postura no es creer que todo va a estar bien mágicamente
y de un día para otro, sino creer que hay cosas que podemos hacer nosotros
mismos para hacer que estén bien, y para esto hay que trabajar. La suerte
influye en nuestras vidas, y con entretenidos y buenos ejemplos Bucay lo expone
a lo largo del libro; pero también deja claro que la suerte no nos determina.
Aceptar
la responsabilidad que nos toca en cada uno de nuestros fracasos y que nuestra
acción es determinante e imprescindible para cualquier logro, valorando
nuestras limitaciones y la imprevisibilidad de algunos hechos por los que nunca
podremos garantizar totalmente un resultado, esa nuestra Suerte.
Incluye
el libro un cd con la voz de Bucay que
narra la fábula de la diosa Fortuna; palabras más, palabras menos, en diez minutos
de audio cuenta Bucay que:
“Zeus,
el manda más del Olympo, era un poco promiscuo. De uno de sus amores extramaritales
nació una hija a la que llamo Fortuna. Fortuna se convirtió en la preferida de
Zeus. Pero los Celso y las intrigas de la mujer y los hijos de Zeus intentaron
alejar a Fortuna del Olympo. Entonces, Zeus decidió armar un plan para tener a
Fortuna siempre cerca. Y le pidió a Mercurio que le enseñara a correr. Mercurio
le enseñó a correr hasta que, ya adolescente, Fortuna corría más rápido que
cualquier humano, e incluso, más rápido que el mismo Mercurio. Y al dios
Demetér le pidió que le enseñara todo sobre la cosecha y los árboles frutales. Fue
ahí cuando Zeus armó su plan para que Hera, su mujer no logrará desterrar a
Fortuna.
El
plan era este: hizo que el néctar y ambrosía, sustancias que mantenían a los
dioses jóvenes, sanos e inmortales, fueran destilados de cada fruto que
aparecía cada mañana. Pero también hizo que los rayos del sol deterioraran los
frutos para que ningún humano pudiera consumirlos. Así, hacía falta alguien que
recogiera los frutos antes que fueran dañados por los rayos solares. Esta tarea
requería de una persona muy rápida y que conociera los secretos de cada planta
arbusto y flor. ¡Qué mejor que Fortuna!. Fortuna se hizo cargo de este deber.
Cada mañana, antes de que el sol asomara, Fortuna recorría, rápidamente y a
toda velocidad, toda la tierra recogiendo los frutos antes de que fueran
dañados por el sol.
Si uno atrapaba a la diosa Fortuna en ese
camino, los dioses se asustaban tanto, temerosos de perder su alimento, que
para lograr su liberación concedían todos los deseos que se quisieran. Pero
atrapar a la diosa Fortuna no era fácil. En principio porque la diosa Fortuna
era muy veloz. Segundo porque tenía un capricho muy extraño: odiaba que su pie
pisara dos veces su huella. Por eso, jamás pasaba dos veces por el mismo lugar.
Así que si uno quiere atrapar a la diosa Fortuna, debe considerar que:
Es imposible atrapar a la diosa fortuna
persiguiéndola. Hay que verla venir. Porque si uno quiere seguirla desde atrás,
jamás la alcanza porque corre más rápido que nadie. Hay que verla venir.
Además, hay que estar alerta, porque si
pasa a tu lado y no estás alerta y te perdiste el momento de atraparla, estás
listo. Y cuidado con quedarte parado en el mismo lugar esperándola… porque la
diosa Fortuna odia poner el pié sobre su huella, y si ya pasó por aquí, jamás
volverá a pasar….”